lunes, 19 de junio de 2017

Extranjera / Capítulo 3: Común denominador

Luego de buscar en Google todo sobre su nuevo barrio, decidió que esa noche saldría a beber algo. Había sido un día agotador y eso no quitaba que al día siguiente debía redactar columnas para su trabajo en Chile.
La conectividad mundial le permitía trabajar a distancia sin mayores problemas, necesitaba de sus ingresos y recibir ayuda de sus padres todo el tiempo ya no la hacía sentir tan bien. 
El aire chocó en su cara apenas salió a la calle, estaba oscureciendo y las personas volvían a sus hogares del trabajo. Ella en cambio, caminó hacia Columbus Avenue y tomó la primera locomoción pública que se detuvo. Annie le dijo que varias cuadras más arriba había un sector de bares y lugares de diversión, por lo que no dudó en que ese sería el lugar al que iría. Apenas lo identificó bajo a su objetivo.
Era de no creerlo, se parecía a muchos lugares que frecuentó en su vida universitaria, pero ahora con personas de diferente cultura y características físicas. No quería un lugar que tuviera comida, ella buscaba un bar, una barra en la cual poder sentarse sin necesidad de sentirse sola en una mesa, aunque lo último no le molestaba.
Cuando encontró el lugar indicado se sentó en la barra y espero al barman.
- hola- sonrió- ¿qué beberás hoy?
- hola, ¿qué tienes para ofrecer?- preguntó evidenciando que el inglés no era su fuerte
Entendió la mitad de todo lo que dijo, así que solo pidió cualquier cosa y esa cualquier cosa, estaba bastante buena, por lo que pidió uno más cuando ya no quedaba del primero.
- hey- escuchó la voz masculina de un desconocido acercándose por su lado derecho- no eres de acá ¿cierto?
- cierto- lo miró y pensó que los hombres son muy parecidos en todo el mundo, sonrió al pensarlo y el chico tomó iniciativa
- bueno, dime de dónde vienes si no es molestia para ti 
Tenía buen aspecto, el típico estadounidense rubio, alto y algunos músculos. Dominga estaba feliz de estar ahí, de estar tratando de entablar una conversación con un extraño en otro país, pero luego de un rato de risas y conversación pasó lo que era obvio, el chico la invito a salir y ella no aceptaría. No porque no estuviera pasando un buen rato, pero sabía que esa salida no sería para seguir conversando.
Domi es una chica simpática y cumple con los estándares de ‘belleza’ actuales, pero digamos que los hombres no son de su gusto amoroso. Sabía que tenía que ser cortés, tampoco podía decirle que era lesbiana a un extraño así sin más, no sabía la reacción que tendría su acompañante y cosas por el estilo, que son difíciles de manejar.
Lo rechazó con educación y palabras básicas, realmente estaba siendo molesto no poder comunicarse como ella lo hacía en su país, ¿así cómo conocerían su personalidad?.
Sabía que aprender bien el idioma era su gran excusa para salir del país, pero ahora que lo estaba viviendo por fin ella se lo creyó, necesitaba aprender, sonrío por su estupidez llena de valentía, la verdad sentía que era una mezcla terrible de cualidades en su personalidad, pero el reír de ella misma también era una cualidad que con el paso de los años nunca se fue. Así que rió, en esa barra de un bar en Columbus Avenue, North Beach, San Francisco, por más que lo repitiera en su cabeza no podía para de sonreír, lo malo de esas sonrisas comprimidas era que comenzaba a lagrimear y no podía evitarlo.
Su risa fue interrumpida por un gran sonido de estomago, su estómago, salió sin cenar y apenas vio su celular supo que habían pasado horas, más de las que esperaba. Pidió la cuenta haciendo una seña con la mano y luego de pagar salió a una iluminada, pero desierta avenida principal.
Es día de semana y las personas trabajan Dominga, pensó de inmediato, que impresión daría la extranjera saliendo a beber hasta altas horas de la madrugada un día de semana, ya deben saber que soy chilena... ahora tenía que volver a su hogar y necesitaba locomoción lo antes posible.

Miró a ambos lados, se escuchaba el sonido de los bares de la cuadra, la ciudad seguía iluminada, pero no lograba ver algún tipo de movilización, comenzó a caminar con un poco de frío en sus manos, mientras bajaba por Columbus Avenue su celular comenzó a vibrar, en la pantalla se veía la imagen de Antonia Velásquez, fue imposible no pensar en que todas sus fotos eran perfectas, pero ellas no reflejaban su infidelidad, no dudó en cortar la llamada porque, a pesar de que hace un mes pensaba era el amor de su vida, ahora sólo era un mal y doloroso recuerdo.

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