domingo, 13 de agosto de 2017

Extranjera / Capítulo 4: Noche verde

Aún le dolía pensar en Antonia, la chica había sido lo que ninguna de sus parejas anteriores pudo ser. Tan auténtica… jamás le importaba lo que pensaran los demás, a veces hiriendo personas, pero personas que se lo merecían. 
Antonia es una chica de familia con dinero, al igual que Dominga, no sufrió carencias materiales y vive en una interminable fiesta. Esto último es lo que cautivó a Domi, la hacía sentir viva, su energía, sin pudores, tan fuerte e inalcanzable para todo aquel que se le acercara.
Dos años duró la relación, a pesar de a ratos sentirse embobada por Antonia en su interior, trata de no dar muchas vueltas en el asunto, no quiere que su autoestima baje más de lo que ya está.
- no fui suficiente, es todo- dijo mientras caminaba por la avenida
- amiga, eres lo suficiente y más- escuchó una voz femenina que venía de un costado

Una chica latina de hermosos ojos verdes le sonreía con un cigarro en su mano, la luz de un foco daba directo a su rostro de perfecta geometría. Una sonrisa salió al instante de la cara de Domi y no pudo decir más que gracias, siguiendo su camino.
El recuerdo de Antonia la golpeaba fuerte, su caminar de frente no le permitió esconder la infidelidad, mirándola a los ojos le dijo que se había acostado con otra mujer. Siempre le decía que la hacía sentir segura, que por favor nunca se fuera, pero sus acciones no hicieron más que romper su seguridad.
- eres libre Antonia, lo nuestro terminó en el momento que pensaste yo estaría bien con lo que hacías- recordó su última conversación
- Domi, amor por favor, no me puedes dejar, te amo
- no Antonia, por lo que tuvimos te pido no me busques más

A pesar de dejar claro lo que quería en ese momento, la siguió llamando. Pensó varias veces cambiar su número de celular, pero con lo obsesiva que es Antonia, no daría resultado. Sólo han pasado cuatro semanas y lo más probable es que en un tiempo encuentre a una chica que le dé lo que realmente necesita.
Miró un local de bebidas alcohólicas y dudó en entrar, pero la noche estaba melancólica para pasar por alto tal oportunidad. Compró snacks, una botella de whisky y se dirigió a su nuevo hogar.
- ¿mala noche?- escuchó y saltó de susto, una chica abría la puerta vecina a su departamento, mirando la bolsa que traía en sus manos
- ni lo digas- respondió correctamente
En ese momento sintió su corazón agitarse, necesitaba calmarse o entraría en un ataque de pánico, del cual no podría salir sin desesperarse. Comenzaba a reaccionar donde estaba, ¿qué mierda hacía ahí sola?
- hey ¿estás bien?- dijo con un acento envidiable al parecer su vecina
- lo estaré- respondió abriendo la puerta y cerrando sin escuchar más
Abrió la ventana y respiró profundo, necesitaba calmarse, todo estaría bien, con un ataque de pánico no solucionaría nada.
- piensa cosas lindas, piensa cosas lindas- se repetía
En su cabeza apareció el nacimiento de su primera sobrina, unos ojos grandes y claros la miraban con tanta calma, en un mundo lleno de caos ella mantenía su paz. Su pequeña mano buscando algo, esos ojos parpadeando… poco a poco su respiración se calmó y pudo pensar.
Desde su juventud comenzó con esos ataques, luego de un tiempo ya podía controlarlos, aunque debía tener mucha fuerza mental. Comenzar a estudiar no fue de mucha ayuda para este problema, ya que no sabía como haría lo que amaba, lo que la hacía entrar en pánico constantemente, hasta que consiguió su trabajo actual. Entender que podía hacer lo que quisiera con su vida la hacía volver a si misma.
Los minutos pasaron y el alcohol hacía efecto, una copa más y perdería control sobre su cuerpo, por lo que decidió detenerse. Lo último que quería era no poder controlarse, ya había pasado por esa etapa destructiva de su vida, donde la necesidad de beber alcohol no era para relajarse, era para olvidar el mundo, corrió muchos riesgos en esos tiempos, pero aprendió que se sentiría mejor consigo misma luchando por lo que quería, teniendo control de su vida y no sufriendo por lo que no pudo conseguir.
******
Saltó de su cama al escuchar el timbre, no esperaba a nadie… no conocía a nadie. La luz del amanecer comenzaba a filtrarse por sus cortinas semi abiertas y antes de que pudiera reaccionar, sonó por segunda vez el molesto timbre.
- voy- dijo en español en voz alta, aún no despertaba para comenzar a pensar en otro idioma
Quien será, se preguntaba mientras caminaba a la puerta, miró por el orificio y una chica levantaba una mano en señal de saludo. Abrió la puerta y habló:
- hola…- un saludo algo confundido salió de su boca, con lo que la chica sonrió y comenzó a hablar
- hola, nos vimos anoche, quedé algo preocupada, sólo quería saber si estas bien
- oh, eres la chica de anoche, si, estoy bien, gracias por preocuparte
- ohm soy tu vecina, ese acento… ¿de dónde eres?- preguntó amable ya más relajada
- soy de Chile, me llamo Dominga, un gusto conocerte- Domi se presentó pasando su mano para saludarla
- soy Sara- le dijo mientras estrechaba su mano mirándola fijo, sus ojos claros eran hermosos, lo que hizo que Domi se ruborizara al tener ese pensamiento
- bueno Dominga de Chile, me alegro que estés bien, ya sabes… tienes una vecina que puedes molestar cuando lo necesites, de hecho, ¿te gustaría ir a tomar un café conmigo?
Algo confundida Domi trató de procesar la situación, ¿era una broma?, ¿sólo sabia su nombre, la acababa de conocer…
- lo siento- dijo sonriendo su vecina- no quise asustarte, a veces digo las cosas sin pensar mucho al respecto, sería agradable conocerte, sólo si quieres claro
- si, claro, me encantaría- respondió Domi sonriendo, en pijama y sin sostenes, rayos
- ok, ¿te parece hoy en la tarde?
- perfecto
- te paso a buscar a las 6
Se dio media vuelta y se fue al departamento vecino. ¿Acaso iba a tener una cita?, una sonrisa gigante apareció en su rostro, fue corriendo a su cama y saltó como una niña bailando a ratos.

- quien diría que aún tengo el toque- se dijo a sí misma en el espejo antes de entrar a la ducha, no sin antes guiñarse

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