lunes, 7 de septiembre de 2015

Perdiendo la cabeza #11

En mi habitación esperaba Zoe, su perfume había desequilibrado agradablemente el ambiente,  tranquila, sentada a los pies de la cama, posó su mirada en mis ojos al verme abrir la puerta. Tenía tantas cosas que decir acumuladas, tanto que expresar, pero aunque quisiera no podía, no me sentía a gusto en un lugar desconocido con, aunque no me gustara, gente desconocida. 
Personas que tal vez quieren ser parte de mi vida, pero lamentablemente yo no quiero más gente en la mía, ¿como lo digo?, quiero personas a mi alrededor, pero no quiero que sean parte de mi complicado entorno, no quiero más mierda sentimental sobre mis hombros, lágrimas, celos, no quiero esas cosas, esos sentimientos que cada día se hacían más parte de mi, porque aunque quisiera, no podía
controlarlo todo.

 -Z, ¿qué haces acá?- dije cansada
 -¿Hola? ayer dijiste que viniera
 -¿lo hice?
 -si
 -oh… ok
 -veo que es mejor que me vaya- por favor no empecemos con las escenas, dime que no eres de esas
como quieras- dije recostándome
 -entiendo completamente lo que te pasa, no creas que soy una inmadura que te hará escándalos por estupideces, cuando me necesites me buscas

¿Debía dar las gracias por eso?. Tal vez.

¿Cómo se podía soportar tan grandes cambios en poco tiempo? quizás para eso estaba Josefa, quizás por eso tendría que ir todos los días a verla de ahora en adelante, pero es difícil confiar en alguien que en la primera oportunidad traiciona la confianza.
Josefa se veía como una persona profesional, no quería que supiera mis cosas, por mi, sólo supiera mi nombre, ¿por qué simplemente no puedo guardar mis secretos sin que nadie sospeche que los tengo?, sé la respuesta, por supuesto que la sé… porque esos secretos son los que me pesan.

******

Los días comenzaban a pasar, cada uno más lento que el anterior, Z seguía a mi lado apoyándome como si me conociera. 
A pesar de que al principio tuve la sensación que no era tan malo el lugar, que había alguna posibilidad de que Z entrara a mi vida, con el paso de los días se hacía cada vez más lejano. 
Josefa por su lado me tenía una hora y media de Lunes a Sábado preguntando cosas una y otra vez de diferentes formas, probablemente muy frustrada, quizás no.

Todo el centro estaba adornado por fiestas de Navidad, amadas fiestas de Navidad, amados regalos, que claro, este año no llegarían. 
No podía parar de pensar en Zoe y el gran empeño que ponía a diario, a su manera, para que le tuviera confianza, pero Z estará sólo hasta este verano, ¿y luego?, no estoy para esperar, menos para sufrir por alguien que puede hacer lo que quiera afuera, lo que obvio Z debía hacer luego de estar un año en esto.

 -¿qué quieres de regalo de Navidad?
 -muchos regalos de Navidad
 -ok- respondió Zoe, cómo si fuera una respuesta común, cómo si pudiera tener muchos regalos de mi gusto en estas fiestas

Horas y horas transcurrían, de luz a oscuridad y viceversa, por supuesto que seguía dando vueltas el planeta. Zoe acompañándome, aunque a veces ni le hablara o le respondiera mal, ella seguía ahí, ¿por qué?, por qué me apoyaba y decía tenerme cariño.

 -entiendes que no quiero tomarte cariño para que luego te vayas ¿cierto?- le dije un día antes de Navidad
 -completamente, tienes miedo
 -no sé si miedo sea la palabra
 -¿cuál es entonces?
 -no lo sé
 -es miedo
 -¿cómo lo sabes?
 -por como actúas, como reaccionas cuando te digo que te tengo cariño, que puedes confiar en mi, que tienes mi apoyo
 -si te molesta puedes irte- dije hirientemente sin reconocer esa reacción que explotaba a través de mis palabras.
Tenía tanta rabia acumulada a tal punto de darme cuenta, claro, Z me miró, respiro hondo y se retiro de la habitación, no sin antes dar un fuerte golpe a la puerta, lo que me hizo recordar la fama de ‘rebelde’ que tenía, la cual no conocía hasta el momento. 

Salí al patio, estaba tornándose oscuro y frío, decidí caminar hacia la laguna, dudaba que alguien me viera, después de todo estábamos en un lugar olvidado. Mis pies comenzaron a sentir la humedad del pasto, extraño, ya que era verano y debería hacer calor, luego de unos pasos sentí gotas diminutas en la cara, ¿era posible?, por supuesto que sí, en Chile todo cambio climático lo es, no tenía como saber el clima que habría sin conexión a internet, bueno, quizás mejor, recordaría las caminatas por el sur que tanto me gustaban.
Al rato las gotas comenzaron a caer más fuerte y se confundían con algunas que salían de mis ojos, sabía que podía sobrellevar esta situación, he pasado peores, pero siempre era difícil sin alguien amado, sin alguien que te contenga. Z quería ser ese alguien, pero no podía permitírselo.

Empapada llegue a la laguna, podía sentir las gotas chocando con el agua estancada. Las hojas de los árboles chocaban entre ellas, aplaudiendo, cómo si quisieran hacer que reaccione, que despertara, me senté en el pasto, que más daba, ya estaba empapada y ahí con las rodillas en mi pecho me quede, en blanco, sin pensar en absolutamente nada.
Comencé a tiritar luego de no sé cuanto tiempo, era un resfrío asegurado, estar enferma en fiestas de fin de año era lo mejor que me podría pasar, sería ahorrarme mirar caras de muchos jóvenes en mi situación al lado de ese árbol elaborado con tanto detalle en el centro de la sala de recreación, pero sin ningún valor, la gracia de Navidad era hacer el árbol unidos, quizás ahí sería algo más llevadero.
No tenía la menor idea de que hacer, quedarme ahí toda la noche no era una opción, pero tampoco moverme o seguir caminando, por lo que me paré y camine hacía abajo de un árbol, me senté en una de sus raíces que sobresalía de la tierra y espere hasta volver al estado en blanco. Fue difícil volver, tenía mucho en que pensar, llegué a la conclusión que estar en el centro sólo era un agravante más a mis problemas, uno grande, pero no era lo principal, luego de esa conclusión sólo cerré los ojos y escuché los ruidos que la naturaleza me regalaba esa noche lluviosa de verano.


Perdí la noción del tiempo, podían haber pasado minutos o horas, jamás utilicé reloj en mi vida, mis pies realmente estaban congelados, así que decidí volver al centro. En el momento que había tomado la decisión alguien me tocó los hombros por la espalda. Tantas películas de terror vistas para no relacionar una noche oscura y lluviosa con un asesino en serie en medio de la nada… de un salto me pare para ver quien estaba atrás.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario